Santo Evangelio del Día 14 de Mayo

Semidoble

(ornamentos blancos)

Conmemoración: San Bonifacio, Mártir

«El Señor es nuestro amparo y nuestro 
protector en él se gozará nuestro corazón»
(Salmo XXXII 20)

Lección
Retoño fecundo es José, retoño de árbol fértil, al borde de una fuente; sus vástagos pasan el muro. Le causan amarguras, le asaetean, le hostigan los flecheros, más su arco queda fuerte, y los brazos de sus manos son ágiles, por la ayuda del Fuerte de Jacob, por el Nombre del Pastor, la Roca de Israel. El Dios de tu padre te ayudará, y el Todopoderoso te bendecirá con bendiciones celestiales de lo alto, bendiciones del abismo que yace abajo, bendiciones de los pechos y del seno. Las bendiciones de tu padre superan a las bendiciones de los montes eternos, y los tesoros de los collados perennes. ¡Vengan ellas sobre la cabeza de José, sobre el vértice del príncipe entre sus hermanos! 
Génesis XLIX, 22-26

Evangelio
En aquél tiempo: Cuando se presentaba a bautizarse toda la gente, y habiendo sido bautizado también Jesús, y estando Éste orando, se abrió el cielo, y el Espíritu Santo descendió sobre Él, en figura corporal, como una paloma, y una voz vino del cielo: “Tú eres mi Hijo, el Amado; en Ti me recreo”. Y el mismo Jesús era, en su iniciación, como de treinta años, siendo hijo, mientras se creía de José, de Helí.

Lucas III, 21-23

Catena Aurea

San Ambrosio

San Lucas reasume todo lo que han dicho los demás evangelistas, y más que referirlo da a entender que el Señor fue bautizado por San Juan; por esto dice: «En el tiempo en que concurría todo el pueblo a recibir el bautismo», etc. El Señor fue bautizado, no para purificarse, sino para purificar las aguas, a fin de que, purificadas por la carne de Jesucristo, que no conoció el pecado, tuviesen virtud para bautizar a los demás.

San Juan Crisóstomo
Había un bautismo de los judíos que limpiaba las inmundicias de la carne, pero no las culpas del alma; en tanto que nuestro bautismo libra de todos los pecados, purifica nuestra alma, y derrama la gracia del Espíritu Santo. El bautismo de San Juan era mejor que el de los judíos, porque no consistía en la observancia de las purificaciones corporales, sino que exhortaba a convertirse del vicio a la virtud. Pero era de menos valor que el nuestro, porque ni concedía la gracia del Espíritu Santo, ni el perdón que se obtiene por la gracia. Pero Jesucristo no fue bautizado ni con el bautismo de los judíos ni con el nuestro -porque ni necesitaba el perdón de los pecados, ni su carne, que había sido concebida desde el principio por el Espíritu Santo, tenía necesidad de él- pero fue bautizado con el bautismo de San Juan, para que comprendamos, por la naturaleza misma de este bautismo, que no fue bautizado porque hubiera cometido alguna culpa, ni tampoco porque necesitase el don del Espíritu Santo. Dice el evangelista: «Bautizado y estando en oración», para que se comprenda que una vez recibido el bautismo, es muy conveniente orar.

Beda
Porque aunque en el bautismo todos los pecados se perdonan, todavía la fragilidad de la carne no queda fortalecida, porque, cuando pasado el mar Rojo nos felicitamos por la inmersión de los egipcios, nos encontramos con otros enemigos en el desierto de la vida mundana, a los que debemos vencer con nuestro esfuerzo por la gracia de Cristo, hasta que lleguemos a la patria celestial.

San Agustín, de Trinitate 5, 26
Es un gran absurdo suponer que recibiese el Espíritu Santo cuando ya tenía treinta años. Llegó al bautismo sin pecado, pero no sin el Espíritu Santo. Porque si de San Juan ha escrito San Lucas, «que fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su Madre» ( Lc 1,15), ¿qué debemos creer de Jesucristo, cuya concepción, según la carne, no fue carnal, sino espiritual? Ahora, pues, se ha dignado figurar su cuerpo, esto es, su Iglesia, en la cual los bautizados espiritualmente reciben el Espíritu Santo.

San Juan Crisóstomo
Este bautismo tenía algo de antiguo a la vez que aparecía como nuevo; lo primero, porque lo recibía de un profeta, y lo último por la venida del Espíritu Santo.

San Atanasio
La Sagrada Escritura emplea el nombre de Hijo en dos sentidos. Uno como se dice en el Evangelio: «Les dio potestad de convertirse en hijos de Dios» ( Jn 1,12); el otro, según el cual Isaac es hijo de Abraham. Jesucristo, pues, no se llama simplemente Hijo de Dios sino con adición de artículo, para que comprendamos que sólo El es el que en realidad y según la naturaleza es Hijo, por lo cual se llama unigénito. Pues si se llamase hijo en el sentido absurdo de Arrio, como los que consiguen este nombre por gracia, en nada parecería diferenciarse de nosotros. Resta, pues, el segundo sentido, el cual consiste en decir que Cristo es Hijo de Dios, como Isaac es hijo de Abraham. El que es engendrado por otro naturalmente y no toma su origen de afuera, es hijo por naturaleza. Pero se dice: ¿Por ventura la natividad del Hijo es pasible como la del hombre? De ningún modo; sino que Dios, siendo indivisible, es Padre del Hijo de una manera impasible; por lo que se dice: «Verbo del Padre»; porque ni el verbo humano se produce pasiblemente; y siendo simple la naturaleza divina, es Padre de un solo Hijo, y por esto añade: «Amado».

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,14
Lo que dice San Mateo: «Este es mi hijo» ( Mt 3,17), y San Lucas: «Tú eres mi hijo amado»; tiene el mismo sentido. En efecto, la voz del cielo dijo una de estas cosas, pero San Mateo quiso demostrar que lo que se ha dicho: «Este es mi Hijo» tenía el mismo valor para indicar, especialmente a los oyentes, que El era el Hijo de Dios. No se dirigía a Cristo lo que ya sabía; sino que oían los que estaban presentes, para quienes también fue hecha la misma voz.

San Ambrosio, in Lucam, 3
Bien se dice «como se creía», porque en realidad no lo era; y se creía porque María lo había engendrado, (la que estaba desposada con José). ¿Cómo es que se describe la genealogía de José con preferencia a la de María (siendo así que María había engendrado a Jesús por obra del Espíritu Santo, y San José no tiene parte en la generación del Señor)? Podríamos dudar sobre esto, si la Sagrada Escritura no nos enseñase la preferencia que siempre da a la genealogía del marido, y especialmente aquí en que la genealogía de José y de María vienen a ser una sola, porque siendo José un varón justo, tomó ciertamente mujer de su propia tribu y de su misma patria. Y así en tiempo del célebre empadronamiento, subió San José, de la casa y de la familia de David, para empadronarse con su esposa María. La que desciende de la misma familia y de la misma patria viene a empadronarse, y da a entender de una manera clara que pertenece a la misma tribu y a la misma familia, de quien desciende su consorte. Por lo que explicando la generación de José el evangelista añade: «Que fue de Helí». Observaremos que San Mateo refiere a Jacob (que fue padre de José) que era hijo de Natán, y San Lucas dijo que José (con quien estaba desposada María) era hijo de Helí. ¿Cómo puede decirse que uno solo tiene dos padres, como pudieron serlo Helí y Jacob?

Eusebio Cesarea, Historia Ecclesiastica, 1,6
Penetremos más en la inteligencia de estas palabras. Si habiendo afirmado San Mateo que José es hijo de Jacob, San Lucas afirma que es hijo de Helí, en ello podía haber alguna dificultad. Mas como afirmando San Mateo, San Lucas declara la opinión de muchos, no la propia, diciendo: «Según se pensaba», me parece que en esto no queda duda alguna. En efecto, había diversas opiniones entre los judíos acerca de Jesucristo, y todos decían que venía de David según las promesas que le habían sido hechas. La mayor parte decía que el Cristo descendería de David por medio de Salomón y de los otros reyes. Algunos se separaban de esta opinión, porque de ciertos reyes se refieren cosas enormes, y porque de Jeconías dijo Jeremías ( Is 22) que de su descendencia ninguno se sentaría en el trono de David; cuya opinión menciona San Lucas, sabiendo que San Mateo refiere la verdad de la genealogía tal y como es. Y esta es la razón primera. Hay otra más profunda. San Mateo, como empieza su Evangelio escribiendo desde antes de la concepción de María y el nacimiento de Jesús según la carne, pone desde luego antes, como en toda historia, la genealogía según la carne, además sigue la genealogía descendiendo de los mayores, porque el Verbo de Dios, al tomar carne, descendía. San Lucas, por el contrario, parte de la regeneración por el Bautismo, y recorre otra sucesión de mayores, subiendo de los últimos a los primeros; omite los pecadores que San Mateo había nombrado (porque todo el que renace en Dios se hace extraño a sus mayores culpables, para ser hijo de Dios), y menciona a aquellos que habían vivido honestamente según Dios. Así se dice a Abraham: «Tú marcharás a tus padres» ( Gén 15,15), no a tus padres según la carne, sino a tus padres en Dios, por la semejanza de su bondad. Así atribuye al que nace en Dios los mayores que son padres según Dios por la conformidad de la vida.

San Agustín, de quaestiones Novi et Veteri Testamenti, 56
O de otro modo, Mateo desciende a José de David por Salomón. Por el contrario, Lucas parte de Helí, que vivió en tiempo del Salvador, y sube por la descendencia de Natán hijo de David, y junta en una misma tribu a Helí y José, manifestando que uno y otro proceden de un mismo origen; y que así el Salvador es hijo no solamente de José, sino también de Helí. Por la misma razón que el Salvador se dice hijo de José, también se dice que es hijo de Helí y de todos los demás que pertenecen a la misma tribu. De aquí que dice el apóstol: «Cuyos padres, y de quienes es Cristo según la carne» ( Rom 9,15).

Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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