CINCO SALMOS En honor del nombre Santísimo de MARÍA

La práctica de recitar cinco salmos cuyas iniciales corresponden a las cinco que componen el nombre de María

Esta práctica piadosa que ya se conocía en el siglo XII, era muy querida por el Beato Ioscio, monje benedictino de Saint-Bertin en Francia, un gran devoto de la Virgen María, cuya muerte en 1163, estuvo acompañada por un milagro al aparecer en letras doradas el nombre de Maria.

La práctica alcanza amplitud máxima y popularidad después de que, en 1683, el papa Inocencio XI (1676-1689) hace que sea universal para toda la Iglesia la fiesta del Santo Nombre de María, en recuerdo de la victoria sobre los turcos.

La recitación de los salmos con la antífona que une a los cinco, fue aprobada por el Papa Pío VII (1800-1823)

Ant. Mariæ nomen *
(Canticum B. Mariæ Virginis * Luc. 1:46-55)
1:46 Magníficat ✠ * ánima mea Dóminum.
1:47 Et exsultávit spíritus meus: * in Deo, salutári meo.
1:48 Quia respéxit humilitátem ancíllæ suæ: * ecce enim ex hoc beátam me dicent omnes generatiónes.
1:49 Quia fecit mihi magna, qui potens est: * et sanctum nomen ejus.
1:50 Et misericórdia ejus, a progénie in progénies: * timéntibus eum.
1:51 Fecit poténtiam in brácchio suo: * dispérsit supérbos mente cordis sui.
1:52 Depósuit poténtes de sede: * et exaltávit húmiles.
1:53 Esuriéntes implévit bonis: * et dívites dimísit inánes.
1:54 Suscépit Israël púerum suum: * recordátus misericórdiæ suæ.
1:55 Sicut locútus est ad patres nostros: * Ábraham, et sémini ejus in sǽcula.
V. Glória Patri, et Fílio, * et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, * et in sǽcula sæculórum. Amen.
Ant. Mariæ nomen * cunctas illustrate ecclesias, cui fecit magna qui potens est, et sanctum nomen ejus.

Ant. A solis ortu *
Psalmus 119
119:1 Ad Dóminum cum tribulárer clamávi: * et exaudívit me.
119:2 Dómine, líbera ánimam meam a lábiis iníquis, * et a lingua dolósa.
119:3 Quid detur tibi, aut quid apponátur tibi * ad linguam dolósam?
119:4 Sagíttæ poténtis acútæ, * cum carbónibus desolatóriis.
119:5 Heu mihi, quia incolátus meus prolongátus est: habitávi cum habitántibus Cedar: * multum íncola fuit ánima mea.
119:7 Cum his, qui odérunt pacem, eram pacíficus: * cum loquébar illis, impugnábant me gratis.
V. Glória Patri, et Fílio, * et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, * et in sǽcula sæculórum. Amen.
Ant. A solis ortu * usque ad occasum laudbile nomen Domini, et Mariæ matris ejus.

Ant. Refugium est *
Psalmus 118(17-32)
118:17 (Ghimel) Retríbue servo tuo, vivífica me: * et custódiam sermónes tuos:
118:18 Revéla óculos meos: * et considerábo mirabília de lege tua.
118:19 Íncola ego sum in terra: * non abscóndas a me mandáta tua.
118:20 Concupívit ánima mea desideráre justificatiónes tuas, * in omni témpore.
118:21 Increpásti supérbos: * maledícti qui declínant a mandátis tuis.
118:22 Aufer a me oppróbrium, et contémptum: * quia testimónia tua exquisívi.
118:23 Étenim sedérunt príncipes, et advérsum me loquebántur: * servus autem tuus exercebátur in justificatiónibus tuis.
118:24 Nam et testimónia tua meditátio mea est: * et consílium meum justificatiónes tuæ.
118:25 (Daleth) Adhǽsit paviménto ánima mea: * vivífica me secúndum verbum tuum.
118:26 Vias meas enuntiávi, et exaudísti me: * doce me justificatiónes tuas.
118:27 Viam justificatiónum tuárum ínstrue me: * et exercébor in mirabílibus tuis.
118:28 Dormitávit ánima mea præ tædio: * confírma me in verbis tuis.
118:29 Viam iniquitátis ámove a me: * et de lege tua miserére mei.
118:30 Viam veritátis elégi: * judícia tua non sum oblítus.
118:31 Adhǽsi testimóniis tuis, Dómine: * noli me confúndere.
118:32 Viam mandatórum tuórum cucúrri, * cum dilatásti cor meum.
V. Glória Patri, et Fílio, * et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, * et in sǽcula sæculórum. Amen.
Ant. Refugium est in tribulationis Mariæ nomen omnibus illud invocantibus.

Ant. In universa terra *
Psalmus 125 [1]
125:1 In converténdo Dóminus captivitátem Sion: * facti sumus sicut consoláti:
125:2 Tunc replétum est gáudio os nostrum: * et lingua nostra exsultatióne.
125:2 Tunc dicent inter gentes: * Magnificávit Dóminus fácere cum eis.
125:3 Magnificávit Dóminus fácere nobíscum: * facti sumus lætántes.
125:4 Convérte, Dómine, captivitátem nostram, * sicut torrens in Austro.
125:5 Qui séminant in lácrimis, * in exsultatióne metent.
125:6 Eúntes ibant et flebant, * mitténtes sémina sua.
125:6 Veniéntes autem vénient cum exsultatióne, * portántes manípulos suos.
V. Glória Patri, et Fílio, * et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, * et in sǽcula sæculórum. Amen.
Ant. In universa terra * admirabile est nomen tuum, O Maria

Ant. Annuntiaverunt *
Psalmus 122
122:1 Ad te levávi óculos meos, * qui hábitas in cælis.
122:2 Ecce, sicut óculi servórum * in mánibus dominórum suórum,
122:2 Sicut óculi ancíllæ in mánibus dóminæ suæ: * ita óculi nostri ad Dóminum, Deum nostrum, donec misereátur nostri.
122:3 Miserére nostri, Dómine, miserére nostri: * quia multum repléti sumus despectióne:
122:4 Quia multum repléta est ánima nostra: * oppróbrium abundántibus, et despéctio supérbis.
V. Glória Patri, et Fílio, * et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, * et in sǽcula sæculórum. Amen.
Ant. Annuntiaverunt cœli nomen Mariæ, et videberunt omnes populi gloriam ejus.

V. Sit nomen Virginis Mariæ benedictum
R. Ex hoc nunc et usque in sæculum.

Orémus
Concéde, quǽsumus, omnípotens Deus: ut fidéles tui, qui sub sanctíssimæ Vírginis Maríæ Nómine et protectióne lætántur; ejus pia intercessióne, a cunctis malis liberéntur in terris, et ad gáudia ætérna perveníre mereántur in cælis.
Per Christum Dóminum nostrum.
R. Amen.

MES DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA – DÍA DUODÉCIMO

Tomado del libro El Servita instruido en el obsequio y amor de su madre María Santísima, o sea, Un mes dedicado y ofrecido a la meditacion de los dolores de María, del padre Víctor Perote, y publicado en Madrid por la Imprenta de Eusebio Aguado en 1839

PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; mas la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante Vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor… Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque esté en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el Cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflámese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: «Oh Señora, yo soy tu siervo…» (Salmo CXV, 16). Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA UNDÉCIMO
REFLEXIÓN: PESADUMBRE Y AMARGURA DE MARÍA SANTÍSIMA CUANDO CONSIDERABA LA BARBARIE E INHUMANIDAD DE LOS JUDÍOS

Mientras que el divino Salvador, sujeto por sus enemigos, estaba en la presencia del sumo Sacerdote, sometido a sus indignas y descorteses preguntas, su Madre Santísima, angustiada y afligida por los pasos trágicos que había presenciado y por los que la faltaban, al mismo tiempo recordando los que en la actualidad estarían aconteciendo en sus fementidos y perversos tribunales, revolvía en su imaginación la barbarie e inhumanidad de los judíos. Observaba, como queda visto, las asechanzas y lazos que le armaban para prenderle… le miraba ya preso y bajo su dominación. conocía asimismo el odio implacable que le tenían, y lo poco que estimaban sus beneficios. con que ya no es dificil llegar a comprender que ahora descargaría en Él su furor exaltado sin compasión ni piedad; todo lo cual formaba nueva espada de dolor, que atormentaba el Corazón de nuestra triste Reina. El mismo Redentor, conociendo su perversidad, les decía: «Yo me marcho; me buscaréis y no me encontraréis» (San Juan VIII, 21), y ellos, manifestando su depravada intención, respondían: «Y tú, ¿quién eres?…» como si le dijeran: «¿para qué te hemos de buscar, sino para quitarte la vida?…». Así era que no le buscaban por amor, sino por odio y enemistad (San Agustín, Tratado 38 sobre el Evangelio de San Juan)… ¿Qué, pues, podía prometerse la inconsolable Madre de un pueblo tan descomedido y encarnizado?… No la hacía traición su amante Corazón cuando la atormentaba con las miras de lo que habían de ejecutar con Él, como sucedió… «¡Son lobos carniceros, decía, son furibundos tigres… son milanos sangrientos, son fieras pésimas revestidas de inhumanidad y furor, respirando por todas partes fuego y desolación!… ¡Lo son, sí, no hay que dudarlo, me consta… y ojalá que me engañase Pues ¿qué he de prometerme… qué he de esperar en favor de mi Hijo?… ¿De qué les servirá, o qué caso harán al verle tan dócil y sumiso! ¡Ah infeliz de mí! ¿Qué esperanza he de concebir de volverle a ver en mi compañía, de besar sus blancas manos y adorar sus hermosos pies? ¡Imitarán… no hay duda. se portarán como sus semejantes, que devoran a las mansas ovejas y despedazan las cándidas palomas… ejecutarán otro tanto con mi único consuelo y esperanza!… ¡Oh sentimiento interminable y cruel!… Si fueran hombres de razón, si como equitativos jueces procedieran con Él… ciertamente que no desanimaría de volverlo a ver libre y en mi unión… ¡pero si son enemigos alucinados!… si están frenéticos por el odio que contra Él han concebido… si ciegos por el furor desprecian su brillante luz y el tesoro tan cuantioso que les promete… ¿Qué he de esperar… qué he de creer?… ¡Ah desgraciada… triste… infeliz de mí…! Si por otra parte pudiera yo abogar en su causa, ¿qué discursos, qué razones, qué arbitrios no buscaría mi amor para librarle de sus manos?… Y pues nada he de adelantar y de nada me han de servir todos estos recursos de mi enamorado pecho… verteros, lágrimas depositadas en el seno de mi Corazón, dadle algún descanso en su aflicción, para que demostrando a los hombres lo que adoro y estimo a mi precioso Hijo, si no les movéis a compasión, lo haréis quizá con el Eterno Padre, y las recibirá y unirá benigno a la Pasión de su Unigénito, para mayor bien y utilidad de todo el género humano…». Asi se lamentaba María Santísima nuestra Señora… ¡Cuán grande sería su pesadumbre y amargura!… Reflexiónalo bien, alma mía…

SENTIMIENTOS Y PROPÓSITOS PARA ESTE DÍA

¿Por qué, oh Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada estaba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que Vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto e indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con Vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, oh Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada estaba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que Vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto e indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con Vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE (DIA SEGUNDO DEL 11 AL 19 DE SEPTIEMBRE)

La Novena fue publicada en 1886, y cuenta con la aprobación por parte del Obispado de León (Guanajuato, México).

NOVENA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN- PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
¡Adorable salvador de nuestras almas! Ya no eres tú el Dios terrible que con voz de trueno hablabas a los hijos de Israel que temían morir: eres el Dios manso y benigno que nos hablas con la suavidad de la brisa, por medio de María tu Madre Virgen para convertirnos. ¡Con qué ternura y caridad nos reprendes!, pues a la vez que nos amenazas con el castigo, nos ofreces tu misericordia para que no perezcamos. Por tanto, humillados profundamente en tu presencia, escuchamos tus llamamientos y te pedimos perdón por nuestros pecados. Venga a nosotros tu misericordia antes que el rigor de tu justicia, y quedemos a ti convertidos, para que sirviéndote fielmente en nuestra vida, merezcamos amarte y bendecirte en el Cielo para siempre. Amén.
       
ORACIÓN INICIAL- PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
¡Reina de las Vírgenes y Madre de Jesucristo! ¿Cómo es posible contemplarte en actitud de tristeza, sin que nuestra alma quede profundamente conmovida? ¿Cómo podremos verte contristada por nuestros pecados, sin arrepentirnos en lo íntimo de nuestro corazón? Tú lamentas las ofensas que hacemos a tu dulce Jesús, y como una Madre interesada por nuestro bien, quieres evitar nuestra perdición y nos haces escuchar tus avisos maternales. No queremos, pues, verte llorosa y afligida, ni ser más los crueles instrumentos de tu pena. Cese ya nuestra ingratitud, y muera en nosotros el pecado que detestamos con toda la fuerza de nuestras almas: Estos son tus deseos y a este fin te apareciste en la Salette como una celeste Misionera para predicarnos la penitencia y nuestra conversión a Dios. En tus manos, pues ponemos nuestra salvación. Recibe nuestro arrepentimiento y haz que nos sometamos fielmente a la ley de tu santísimo Hijo. Amén.

DÍA SEGUNDO – 12 DE SEPTIEMBRE

Dios nos habla por la frecuente predicación de sus ministros en el templo, y por la voz de sus pastores que nos invitan al cumplimiento de la ley divina, nos amonesta por medio de su Vicario el Sumo Pontífice que levanta su voz para despertarnos del sueño de muerte en que permanecemos sin temor; mas no contento con esto, se vale del atractivo más eficaz que atesora en sus bondades para ganarnos, y permite que su augusta Madre nos hable en persona para convertirnos. “¡Cuánto tiempo ha que sufro por vosotros!”, nos dice la Virgen bendita. “Si quiero que mi Hijo no os abandone, estoy encargada de rogarle sin cesar, y vosotros no hacéis caso de ello” (Relación de Melania). María sufre por nosotros en la pérdida de nuestras almas que tanta sangre costaron a su santísimo Hijo, a quien volvemos a crucificar cuando pecamos; sufre en la ingratitud con que correspondemos a sus bondades, renovando sus dolores y sus lágrimas; sufre en la frialdad e indiferencia con que miramos su maternal solicitud. Por esto es que nos dirige sus quejas, como una madre resentida por nuestra indigna conducta.

Nosotros ofendiendo a Dios y María suspendiendo el castigo que merecemos: he aquí la continua lucha que la bondad de María ha entablado con nuestra obstinación y que nos manifiesta con lágrimas de ternura. María ve que nuestra pertinacia atrae el castigo sobre nosotros, y movida a compasión vuela desde luego con las alas de su piedad y misericordia y hace un esfuerzo para salvarnos. Como si dijera a su Santísimo Hijo: “Detén un poco, te suplico, el brazo de tu justicia: Yo misma iré en persona a avisar a mi pueblo para que se convierta. Tu honor y su bien me interesan en el alma, porque no puedo dejar de tener sentimientos de Madre; y, si con esto mi pueblo no quiere someterse, entonces me veré forzada a dejar caer tu brazo justamente airado”. ¿No escuchamos aquí los acentos compasivos del amor maternal de María? ¿No vemos el sumo empeño que nuestra buena Madre tiene para librarnos del castigo? ¿Hemos de quedar envueltos en la venganza divina no obstante el interés que María tiene por nuestro bien? Es ya hora de levantarnos del sueño, y salir del letargo que nos conduce al abismo. Enjuguemos las lágrimas de María con nuestro arrepentimiento y penitencia, y vivamos siempre agradecidos a sus imponderables finezas.
   
Rezar un Padre nuestro, con Ave María y Gloria Patri, y luego cada uno interiormente hará su petición del consuelo que desea alcanzar en esta novena.

ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO

¿Qué sería de nosotros, ¡oh María!, si tu no fueras nuestra poderosa Abogada? ¿En dónde estaríamos ahora sufriendo el eterno castigo si no fuera por tu benéfica intercesión? Tú nos has librado de la muerte eterna; tú has suspendido los castigos que nos venían del Cielo; tú nos has amonestado para que no perezcamos; tú nos llamas con ternura maternal. ¿Quién resistirá a tan dulces llamamientos? Nosotros hemos oído tu voz y venimos a ti para ponernos al abrigo de tu manto. ¡Oh cuan dulce es verter a tus plantas las lágrimas de nuestro arrepentimiento! Dígnate recogerlas y presentarlas a tu Santísimo Hijo como fruto especial de tu misión sagrada.

GOZOS EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

¡Oh María! por tu inocencia
Y por tu llanto y dolor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

Dos inocentes pastores
De la Salette en la altura,
Te vieron, ¡oh Virgen pura!,
Entre vivos resplandores,
Y admiraron tu presencia
En actitud de dolor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“¡Oh hijos míos!, avanzad”,
Les dijo tu voz doliente:
“Vengo a contaros clemente,
Una gran novedad”.
Y de tu llanto la fluencia
Reconviene al pecador:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“Si no quiere obedecer
Mi pueblo la ley sagrada,
Yo me veré precisada
A dejarlo perecer.
¡Cuánto su mala conciencia
Carga el divino furor!”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“¡Oh, si quisiérais creerlo!
El brazo de Dios airado
Es tan fuerte y tan pesado
Que no puedo sostenerlo.
Haced todos penitencia
Con temor y con temblor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“Yo ruego en la eternidad
Por vuestro bien y salud;
Pero vuestra ingratitud
Se olvida de mi bondad
¡Ay! Vuestra fría indiferencia
Debe causaros pavor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“Del Domingo y día festivo
La profanación frecuente,
La blasfemia irreverente
Y la impiedad del altivo:
Esto carga con frecuencia
El brazo de mi Hacedor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“De los actos religiosos
Os burláis con artificio,
Y del Santo Sacrificio
Os olvidáis perezosos.
Ni el ayuno y la abstinencia
Queréis guardar con fervor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“Si os convertís a mi Dueño,
Os dará dicha cumplida,
Será feliz vuestra vida.
Y tranquilo vuestro sueño.
Pedid piedad e indulgencia
A vuestro Dios y Señor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“Haréis saber esto vos
A mi rebaño, hijos míos:
Que abandone sus desvíos
Y se convierta a su Dios.
Tan bondadosa excelencia
Escuchará su clamor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
Dijiste; y en el momento,
Tus facciones escondiendo,
Fuiste desapareciendo
Como astro del firmamento.
Los dos niños en tu ausencia,
Dieron fe de tu primor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
La fuente que sin raudal
Tocó tu planta serena,
Hoy se mira de agua buena
Convertida en manantial.
Su frescura y trasparencia
Da la salud y vigor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
Todo el mundo a ti ha venido
Como a su amparo y consuelo,
Porque a su voz se abre el Cielo
En favor del desvalido,
Y tú le prestas audiencia
Y le impartes tu favor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

Oh María, por tu inocencia
Y por tu llanto y dolor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

ORACIÓN FINAL
Compungido nuestro corazón y conmovida nuestra alma por la filial confianza que tenemos en ti, ¡Oh Madre de Jesús!, imploramos tu auxilio para que nos reconcilies con Dios. A este fin te apareciste en la Salette derramando lágrimas por nuestra desgracia, y exhalando tiernos suspiros por nuestra eterna salud. Tú quieres que nos sometamos a la ley de Dios y de la santa Iglesia porque en ello estriba nuestra verdadera felicidad y el honor que se debe a tu Santísimo Hijo. Quieres que vivamos como verdaderos cristianos; que no nos olvidemos de tus piedades; que nos acojamos a tu dulce protección. Por tanto, venimos hoy a tus plantas, ¡oh María!, atraídos por tus finezas y por tu amor. Favorécenos contra el azote de la divina justicia, y haz que obtengamos los saludables efectos de tu misión sublime. Queden grabadas en lo íntimo de nuestra alma tus sentidas quejas para corresponder a tus deseos, temamos los castigos de Dios y obedezcamos su santa ley; confiemos en tus promesas para animarnos a practicar el bien. ¡Oh hermosa Misionera!, dígnate bendecirnos con la imagen de Jesús crucificado que traes sobre tu pecho para que convertidos a Dios, por tu medio consigamos la perseverancia final y la eterna salvación. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES(DIA SEPTIMO DEL 6 AL 14 DE SEPTIEMBRE)

La Novena fue aprobada por Mons. Manuel José Caicedo Martínez, Arzobispo de Medellín (Colombia), el 4 de Julio de 1929. Puede rezarse en cualquier momento del año, pero especialmente en preparación al Viernes de Pasión (los Dolores de Nuestra Señora), y al 15 de Septiembre.

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Postrados de rodillas delante de la Virgen de los Dolores, se comenzará en la forma siguiente:

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, yo, la más ingrata de todas las criaturas, reconozco, adoro y reverencio vuestro divino incomprensible Ser creyendo como creo que sois sumamente santo y bueno, que sois justísimo remunerador y que perdonáis a los pecadores; y esperando como espero en vuestra infinita misericordia, que me habéis de perdonar y salvar, digo, Señor, con todo mi corazón que me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, infinitamente santo y bueno, y porque os amo y os estimo sobre todas las cosas, propongo firmemente con vuestra divina gracia, no volveré a disgustaros en adelante. Misericordia, Señor, y para conseguirla os suplico pongáis los ojos en los acerbísimos dolores de vuestra Santísima Madre, los cuales os ofrezco para alcanzar el perdón de mis pecados. Amén

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Dulcísima y Santísima María, Madre del mejor Hijo y la más afligida de todas las madres; por las acerbísimas penas que padecisteis al pie de la cruz, asistiendo a las agonías y muerte de vuestro Santísimo Hijo, y todas las ofrecisteis desde entonces para que los pecadores tuvieran una buena y santa muerte, os pido no permitáis que se malogren en mí vuestros amorosos deseos, sino que asistiéndome con vuestro poderoso patrocinio en las agonías y congojas de la muerte, logréis el precio de la sangre de vuestro Santísimo Hijo y el fruto de vuestros dolores.

DÍA SEPTIMO – 12 DE SEPTIEMBRE

Tristísima y dolorosísima Virgen María, Madre de Dios y Señora nuestra, que después que con suma reverencia adorásteis y besásteis la corona de espinas y los clavos, recibisteis en vuestro amoroso y virginal pecho el destrozado cadáver de vuestro Hijo unigénito nuestro Señor Jesucristo, y mirando los grumos de sangre que cuajó el aire y hecho pedazos aquel purísimo cuerpo que formó en vuestras entrañas el Espíritu Santo por la violencia de mis culpas, nuevos motivos de dolor atormentaron vuestro tierno corazón. Condoléos, Señora, que estoy arrepentido de haber dado ocasión a tantas penas. Alcanzadme gracia para llorar como debo las llagas de mi alma, más el favor que pido en esta Novena. Amén.

Siete Avemarías en reverencia de los siete dolores.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Soberana Virgen María, Madre amorosísima de los pecadores, que tenéis en el ara de la cruz a vuestro unigénito Hijo, ofrecedlo al Eterno Padre en agradable sacrificio para remedio de los hombres y satisfacción superabundante de sus culpas; pedidle que ponga los ojos en su benditísimo Hijo y en Vos su afligida Madre que se duela de las almas de los infieles y herejes atrayéndolos al gremio de la Santa Iglesia; que se compadezca de los cristianos que están en desgracia suya, reduciéndolos al conocimiento de su infeliz estado y a hacer la penitencia de sus culpas; y que mire con especial compasión a los que en la hora presente se hallan en las agonías de la muerte ayudándoles en su trabajo.

SALUTACIÓN A LAS LLAGAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Crucificado Jesús, Dios y Señor nuestro; ya que nos pusisteis bajo el amparo de vuestra Madre Santísima como hijos de sus dolores, nacidos entre lágrimas, tened misericordia de todos los cristianos y especialmente de los que estamos juntos haciendo esta novena, en agradecida memoria de sus penas; y confesamos, a pesar del Infierno, ser hijos y esclavos suyos, señalados con las lágrimas, para que en la hora de la muerte nos reconozca por suyos. También os pedimos, Señor, en especial por aquella amargura que sintió vuestra alma santísima cuando se arrancó de vuestro purísimo cuerpo, que tengáis piedad de nuestras almas cuando se separen de sus cuerpos. Amén.

Salúdote, ¡oh santísima llaga del pie izquierdo de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con todos mis pecados y movimientos. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga del pie derecho de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con todas mis acciones y palabras. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga de la mano izquierda de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con mi vista y demás sentidos. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga de la mano derecha de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con el mal empleo de mi memoria, entendimiento y voluntad. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga del costado de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella, que así como fue herido tu Corazón con el hierro de la lanza y el de tu Madre dolorosísima con el cuchillo de su dolor, así se penetre el mío en sus soberanas luces para siempre amarte y nunca ofenderte, queriendo antes morir que pecar. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN

Dios de mi corazón y Señor mío Jesucristo, por las cinco llagas que en la cruz, y por las innumerabes que en la Pasión os imprimió vuestro amor, os pedimos que según vuestra misericordia infinita reconozcáis a los que redimisteis con vuestra preciosa Sangre y los conduzcáis a la vida eterna. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

GOZOS

Virgen Reina singular,
Pues eres fuente de amor,
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Estaba junto a la Cruz
La Madre de Dios hermosa,
Afligida y dolorosa,
Viendo pendiente a Jesús
Allí fue su alma, en rigor,
Herida con el pesar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Con la más aguda espada
Del dolor y de la pena,
Se ve hoy de aflicciones llena
La Madre de Dios amada,
Su sentimiento es mayor
Que se pueda imaginar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

La que con pecho sentido
Piadosa se entristecía,
Cuando las penas veía
De su Hijo escarnecido;
¿Cómo el hombre pecador
No llora aquí sin cesar?
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

¿Y qué mortal no llorará
Con el dolor nunca visto,
Si allí a la Madre de Cristo
En tanta pena mirara?
Pues quisiera por su amor
El corazón derramar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

¿Y quién no se entristeciera
De su dolor tan prolijo,
Si padecer con el Hijo
A la dulce Madre viera,
Y viendo que el Redentor
Su sangre va a derramar?
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Por pecados de sus gentes,
Después de ser azotado,
Vio en la Cruz atormentado,
A Jesús su Hijo inocente;
¡Oh Madre del Salvador,
Yo siento vuestro pesar!
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Vio la muy piadosa Madre
Que ya su Hijo muy amado,
Muriendo desamparado
Volvió su espíritu al Padre:
Aquí es la pena mayor
Que le deja amargo mar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Hazme que llegue a abrasar
En amor mi corazón,
Para que con perfección
A Cristo Dios pueda amar:
Espero, Madre de amor,
Esta merced alcanzar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Haz que a Cristo, de tal suerte,
Acompañe en su Pasión,
Que siempre en mi corazón
Lleve presente la muerte:
Fijando de aquel Señor,
En mi corazón, las llagas.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Y, cuando sea preciso
Que el cuerpo haya de morir,
Logre mi alma, al partir,
La Gloria del Paraíso,
Ruégote, Madre, me hagas
Esa merced y favor.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Virgen Reina singular,
Pues eres fuente de amor,
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

℣. Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

ORACIÓN

¡Oh Dios!, en cuya Pasión el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María, según la profecía de Simeón, fue traspasada con cuchillo de dolor: concede propicio que cuantos meditamos devotamente sus dolores, alcancemos los dichosos frutos de tu Pasión: Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

JACULATORIA

Vos que llena de dolores
Estáis al pie de la cruz,
¡Oh dulce Madre!, dad luz
A todos los pecadores;
Escuchad nuestros clamores,
Dadnos valor y alegría,
Para que en toda agonía
No busquemos más consuelo
Que el vuestro y alto Cielo.
Sednos también norte y guía.
Una Salve por las necesidades presentes.

LETANÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Jesucristo, óyenos.
Jesucristo atiéndenos.

Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que sois un solo Dios, Ten piedad de nosotros.

Santa María, Ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, Ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, Ruega por nosotros.
Madre Crucificada, Ruega por nosotros.
Madre Dolorosa, Ruega por nosotros.
Madre lacrimosa, Ruega por nosotros.
Madre aflicta, Ruega por nosotros.
Madre abandonada, Ruega por nosotros.
Madre desolada, Ruega por nosotros.
Madre despojada de su Hijo, Ruega por nosotros.
Madre traspasada por la espada, Ruega por nosotros.
Madre consumida por el infortunio, Ruega por nosotros.
Madre repleta de angustias, Ruega por nosotros.
Madre con el corazón clavado a la Cruz, Ruega por nosotros.
Madre tristísima, Ruega por nosotros.
Fuente de lágrimas, Ruega por nosotros.
Auge de sufrimiento, Ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, Ruega por nosotros.
Roca de constancia, Ruega por nosotros.
Áncora de confianza, Ruega por nosotros.
Refugio de los desamparados, Ruega por nosotros.
Escudo de los oprimidos, Ruega por nosotros.
Vencedora de los incrédulos, Ruega por nosotros.
Consuelo de los miserables, Ruega por nosotros.
Remedio de los enfermos, Ruega por nosotros.
Fortaleza de los flacos, Ruega por nosotros.
Puerto de los náufragos, Ruega por nosotros.
Bonanza en las borrascas, Ruega por nosotros.
Recurso de los afligidos, Ruega por nosotros.
Terror de los que arman celadas, Ruega por nosotros.
Tesoro de los fieles, Ruega por nosotros.
Vista de los Profetas, Ruega por nosotros.
Báculo de los Apóstoles, Ruega por nosotros.
Corona de los Mártires, Ruega por nosotros.
Luz de los Confesores, Ruega por nosotros.
Perla de las Vírgenes, Ruega por nosotros.
Consolación de las viudas, Ruega por nosotros.
Alegría de todos los Santos, Ruega por nosotros.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Atiéndenos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros, Jesús.

Antífona: Velad por nosotros, defendednos, preservadnos de todas las angustias, por la virtud de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN

Imprimid, Señora, vuestras llagas en mi corazón, para que en ellas recoja dolor y amor: dolor, para soportar por vos todos los dolores, amor, para despreciar por vos todos los amores. Amén.

JACULATORIA

Virgen dolorosa, dignaos presentar al Eterno Padre la preciosísima Sangre de vuestro divino Hijo, suplicándole que por sus divinos méritos se digne impedir en esta hora algún pecado mortal en cualquier parte del mundo. Amén. (300 días de Indulgencia).

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

Martirologio Romano 12 de Septiembre

SAN SACERDOS,Obispo y Confesor

Con tal que de cualquier modo Cristo sea anunciado,
bien sea por algún pretexto, o bien por un verdadero celo,
en esto me gozo y me gozaré siempre.
(Filipenses 1, 18)

La festividad del santísimo Nombre de la bienaventurada Virgen María, que Inocencio XI, Pontífice Máximo, mandó celebrar por la insigne victoria contra los turcos, conseguida con el amparo de la misma Virgen en Viena de Austria.
En Bitinia, san Autónomo, Obispo y Mártir, que, habiendo ido allá desde Italia por evitar la persecución de Diocleciano, y convertido muchísimos a la fe, fue, por los Gentiles enfurecidos, mientras celebraba los divinos Misterios, sacrificado ante el altar y hecho hostia de Cristo.
En Iconio de Licaonia, san Curónoto, Obispo, el cual, de orden del Presidente Perennio, decapitado, recibió la palma del martirio.
En Alejandría, el triunfo de los santos Mártires Hierónides, Leoncio, Serapión, Selesio, Valeriano y Estratón, que, en tiempo del Emperador Maximino, por la confesión del nombre de Cristo, fueron sumergidos en el mar.
En Meri de Frigia, el suplicio de los santos Mártires Macedonio, Teodulo y Taciano, los cuales, en el imperio de Juliano Apóstata, por orden del Presidente Almaquio, después de otros tormentos, puestos sobre parrillas de hierro candente, consumaron gozosos el martirio.
En Pavía, san Juvencio, Obispo, de quien se hace mención a 8 de Febrero. Fue enviado por san Hermágoras, discípulo de san Marcos Evangelista, a aquella ciudad, juntamente con san Siro, de quien se hace mención a 9 de Diciembre, y allí predicando ambos el Evangelio de Cristo, y resplandeciendo con grandes virtudes y milagros, ilustraron con celestiales obras aun las vecinas ciudades; y así en la dignidad del Pontificado, con glorioso fin descansaron en paz.
En Lyon de Francia, el tránsito de san Sacerdote, Obispo.
En Verona, san Silvino, Obispo.
En Anderlecht, cerca de Bruselas, en Brabante, san Guidón, Confesor.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

R. Deo Gratias.

SAN SACERDOS, Obispo y Confesor

La ciudad de Lyón, conociendo el celo ardiente de San Sacerdos, lo eligió obispo. Pero el santo rehusó y fue menester una orden expresa del rey para obligarlo a aceptar esa dignidad. En el concilio de Orléans dio pruebas de una ciencia admirable. Como sintiese disminuir sus fuerzas, pidió un coadjutor al rey Childeberto, y ya no pensó más que en prepararse santamente a morir, preparación ésta tan rara entre los hombres.

MEDITACIÓN CUÁL DEBE SER EL CELO DE UN CRISTIANO

I. Tu corazón debe arder de celo por la gloria de Dios, y este celo debes manifestarlo publicando sus alabanzas, atrayendo a los demás a su servicio, adornando sus altares, en una palabra, haciendo todo lo que pueda contribuir a aumentar su gloria. ¿Quieres trabajar con fruto en la salvación de las almas? Haz que tus acciones hablen por ti. Manda poco a los demás, haz mucho tú mismo (San Pedro Crisólogo).

II. Que el cuidado de tus intereses jamás altere la pureza de tu celo. ¡Cuán desdichado serías buscando tu propia gloria, so pretexto de trabajar por la de Dios! Sacrifica tu renombre, busca a Dios únicamente; si eres generoso para con Él, pronto experimentarás los efectos de su liberalidad. Alégrate cuando veas a los demás trabajar por la gloria de Dios con más éxito que tú. Examina tus acciones más santas, y a menudo encontrarás en ellas sólo vanidad, interés y otros motivos humanos que te hacen obrar, aunque parezca que sólo trabajas por la gloria de Dios.

III. La prudencia y la caridad deben animar tu celo, no sea que se haga inútil y hasta dañoso para el prójimo y para ti mismo. Acaso descuidas tu propia salvación por trabajar en la de tus hermanos; es una caridad mal regulada perderse para salvar a los demás. Que tus actos estén en armonía con tus palabras, de otro modo te expondrás a que más tarde se te diga: Predicas a Dios y no lo buscas; detestas al demonio con las palabras y lo adoras de hecho (Tertuliano).

El celo de las almas.
Orad por los Pastores.

ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Sacerdos, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S.

Santo Evangelio del Día 12 de Septiembre

FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

Doble Mayor
(ornamentos blancos)

Con tal que de cualquier modo Cristo sea anunciado,
bien sea por algún pretexto, o bien por un verdadero celo,
en esto me gozo y me gozaré siempre.
(Filipenses 1, 18)

Lección
Como la vid he hecho germinar la gracia, y mis flores son frutos de gloria y riqueza. Venid a mí los que me deseáis, y hartaos de mis productos. Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad más dulce que panal de miel. Los que me comen quedan aún con hambre de mí, los que me beben sienten todavía sed. Quien me obedece a mí, no queda avergonzado, los que en mí se ejercitan, no llegan a pecar.» Los que me dan a conocer, tendrán la vida eterna.
Eclesiástico XXIV, 23-31

Evangelio
En aquél tiempo: envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Lc I, 26-38

Catena Aurea

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 34

A María Virgen no se envía un ángel cualquiera, sino el arcángel San Gabriel. Procedía que viniese un ángel de los primeros a anunciar los misterios. Se le designa por su propio nombre, el cual muestra lo que vale en sus obras, pues el nombre de Gabriel significa fortaleza de Dios 1. Por la fortaleza de Dios había de ser anunciado el que, siendo Dios de las virtudes y poderoso en la guerra para vencer en todas las batallas, venía a destruir las potestades del infierno.

San Jerónimo

Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se distribuye con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo. Ya estaba con la Virgen quien le enviaba su ángel y el Señor se anticipó a su enviado. No pudo ser contenido en un lugar, Aquel que está en todas partes; de donde sigue: «El Señor es contigo».

San Ambrosio

No todos son como María, que cuando conciben al Verbo del Espíritu Santo, lo dan a luz. Hay de aquellos que abortan al Verbo antes de dar a luz ( Lc 22), y hay de aquellos que tienen a Cristo en su seno pero que todavía no lo han formado.

San Gregorio Niseno, Orat. in diem Nat. Christi

¡Cuán bienaventurado aquel cuerpo que por la exuberante pureza de la Virgen María se vinculó a sí mismo el don del alma! En cada uno de los demás, apenas el alma sincera conseguirá la presencia del Espíritu Santo; mas ahora la carne resulta ser la mansión del Divino Espíritu.

Beda

Así pues, recibe el ejemplo de la anciana estéril no porque haya desconfiado de que una virgen pueda dar a luz, sino para que comprenda que para Dios todo es posible, aun cuando parezca contrario al orden de la naturaleza. Por esto sigue: «Porque no hay cosa alguna imposible para Dios».

Sea todo a la mayor gloria de Dios.

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE(DIA PRIMERO DEL 11 AL 19 DE SEPTIEMBRE)

La Novena fue publicada en 1886, y cuenta con la aprobación por parte del Obispado de León (Guanajuato, México).

NOVENA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN- PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
¡Adorable salvador de nuestras almas! Ya no eres tú el Dios terrible que con voz de trueno hablabas a los hijos de Israel que temían morir: eres el Dios manso y benigno que nos hablas con la suavidad de la brisa, por medio de María tu Madre Virgen para convertirnos. ¡Con qué ternura y caridad nos reprendes!, pues a la vez que nos amenazas con el castigo, nos ofreces tu misericordia para que no perezcamos. Por tanto, humillados profundamente en tu presencia, escuchamos tus llamamientos y te pedimos perdón por nuestros pecados. Venga a nosotros tu misericordia antes que el rigor de tu justicia, y quedemos a ti convertidos, para que sirviéndote fielmente en nuestra vida, merezcamos amarte y bendecirte en el Cielo para siempre. Amén.
       
ORACIÓN INICIAL- PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
¡Reina de las Vírgenes y Madre de Jesucristo! ¿Cómo es posible contemplarte en actitud de tristeza, sin que nuestra alma quede profundamente conmovida? ¿Cómo podremos verte contristada por nuestros pecados, sin arrepentirnos en lo íntimo de nuestro corazón? Tú lamentas las ofensas que hacemos a tu dulce Jesús, y como una Madre interesada por nuestro bien, quieres evitar nuestra perdición y nos haces escuchar tus avisos maternales. No queremos, pues, verte llorosa y afligida, ni ser más los crueles instrumentos de tu pena. Cese ya nuestra ingratitud, y muera en nosotros el pecado que detestamos con toda la fuerza de nuestras almas: Estos son tus deseos y a este fin te apareciste en la Salette como una celeste Misionera para predicarnos la penitencia y nuestra conversión a Dios. En tus manos, pues ponemos nuestra salvación. Recibe nuestro arrepentimiento y haz que nos sometamos fielmente a la ley de tu santísimo Hijo. Amén.

DÍA PRIMERO – 11 DE SEPTIEMBRE

El sábado 19 de septiembre de 1846, víspera de la fiesta de los dolores de María Santísima, que la santa Iglesia celebraba en la tercera domínica de este mes, los pastorcitos Maximino y Melania, el primero de once años de edad y la segunda de catorce años nueve meses, cuidaban sus vacas en un monte de los Alpes llamado la Salette, en Francia. Y he aquí que después de mediodía, vieron junto a una fuente seca una claridad más luciente que el sol, y en su centro una hermosa Señora, sentada en actitud de tristeza. Mientras los dos niños admiraban aquel portento, la Señora cruzando los brazos en forma misionera, se puso en pie y les dijo: “Avanzad hijos míos, no temáis; yo estoy aquí para contaros una gran novedad”. Los niños se acercaron a la vez que la radiante Señora avanzó hacia ellos; y colocada en medio de los dos les dijo llorando: “Si mi pueblo no quiere someterse, yo me veo forzada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado, que ya no puedo sostenerlo” (Relación de Maximino). He aquí las primeras palabras con que María comienza a desempeñar en favor nuestro una misión de paz y de clemencia. En medio de las tinieblas que nos cubren, de pecados, de falsas doctrinas y de impiedad, María como “estrella refulgente cuya claridad apacible ilumina la tierra, fomentando las virtudes y ahuyentando los vicios” (San Bernardo), viene en persona para indicarnos el camino que conduce al Cielo. 

Ella ve que olvidados de Dios hemos infringido su santa ley; que apegados al mundo nos hemos disipado y corrompido; y que en vez de trabajar por nuestra salvación, solo buscamos la vanidad y los placeres: y cuando ya estamos llenando la medida con tantos pecados, y la venganza divina está para caer sobre nosotros, María como por último recurso de su caridad, se digna anunciarnos el peligro en que estamos de perdernos, pidiéndonos con lágrimas, que nos sometamos a la ley de su santísimo Hijo; porque de lo contrario, se verá forzada a dejar caer aquel brazo vengador. Y no es que a María le falte poder ni compasión para convertir en clemencia la ira de Dios, sino que nuestra dureza y obstinación le atan las manos para sostener aquel peso formidable; porque cuando la divina Justicia es ofendida por el pecado y no se le quiere satisfacer por la penitencia, es necesario que sea vindicada por el castigo. ¿Vendrá éste sobre nosotros por nuestra pertinacia, a pesar de los esfuerzos que hace María para que lo evitemos? ¿Las lágrimas tan sentidas de este buena Madre, que han convertido en Francia a tantos pecadores, serán para nosotros de ningún interés? ¿Qué más puede hacer una madre cuando ve que su hijo va a ser castigado, sino avisarle que se humille y arrepienta para que evite el castigo? Pues esto es lo que María nos pide con llanto y gemidos. Correspondamos a nuestra buena Madre tanta fineza, y desagraviemos a su Santísimo Hijo con nuestra penitencia y mudanza de vida.
   
Rezar un Padre nuestro, con Ave María y Gloria Patri, y luego cada uno interiormente hará su petición del consuelo que desea alcanzar en esta novena.

ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
¡Con qué sublimes encantos te presentas a nosotros, ¡oh María!, en forma de celeste misionera, para convertirnos a tu Divino Hijo Jesús! ¡Con qué dulcísima caridad nos amonestas para que evitemos el castigo y obremos nuestra salvación! ¿Y quién se resistirá a la eficacia de tus purísimas lágrimas virginales? ¡Oh María! Que estas lágrimas caigan sobre nosotros como el rocío sobre la tierra sin agua, como la lluvia sobre la campiña, como la llovizna sobre la grama, y queden nuestras almas convertidas al eco armonioso de tu saludable predicación, a fin de que, haciendo penitencia por nuestros pecados, desagraviemos, amemos y sirvamos a nuestro Señor Jesucristo. Amén.

GOZOS EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

¡Oh María! por tu inocencia
Y por tu llanto y dolor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

Dos inocentes pastores
De la Salette en la altura,
Te vieron, ¡oh Virgen pura!,
Entre vivos resplandores,
Y admiraron tu presencia
En actitud de dolor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“¡Oh hijos míos!, avanzad”,
Les dijo tu voz doliente:
“Vengo a contaros clemente,
Una gran novedad”.
Y de tu llanto la fluencia
Reconviene al pecador:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“Si no quiere obedecer
Mi pueblo la ley sagrada,
Yo me veré precisada
A dejarlo perecer.
¡Cuánto su mala conciencia
Carga el divino furor!”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“¡Oh, si quisiérais creerlo!
El brazo de Dios airado
Es tan fuerte y tan pesado
Que no puedo sostenerlo.
Haced todos penitencia
Con temor y con temblor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

“Yo ruego en la eternidad
Por vuestro bien y salud;
Pero vuestra ingratitud
Se olvida de mi bondad
¡Ay! Vuestra fría indiferencia
Debe causaros pavor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“Del Domingo y día festivo
La profanación frecuente,
La blasfemia irreverente
Y la impiedad del altivo:
Esto carga con frecuencia
El brazo de mi Hacedor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“De los actos religiosos
Os burláis con artificio,
Y del Santo Sacrificio
Os olvidáis perezosos.
Ni el ayuno y la abstinencia
Queréis guardar con fervor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“Si os convertís a mi Dueño,
Os dará dicha cumplida,
Será feliz vuestra vida.
Y tranquilo vuestro sueño.
Pedid piedad e indulgencia
A vuestro Dios y Señor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
“Haréis saber esto vos
A mi rebaño, hijos míos:
Que abandone sus desvíos
Y se convierta a su Dios.
Tan bondadosa excelencia
Escuchará su clamor”:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
Dijiste; y en el momento,
Tus facciones escondiendo,
Fuiste desapareciendo
Como astro del firmamento.
Los dos niños en tu ausencia,
Dieron fe de tu primor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
La fuente que sin raudal
Tocó tu planta serena,
Hoy se mira de agua buena
Convertida en manantial.
Su frescura y trasparencia
Da la salud y vigor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.
   
Todo el mundo a ti ha venido
Como a su amparo y consuelo,
Porque a su voz se abre el Cielo
En favor del desvalido,
Y tú le prestas audiencia
Y le impartes tu favor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

Oh María, por tu inocencia
Y por tu llanto y dolor:
Misericordia y clemencia,
Madre del Divino amor.

ORACIÓN FINAL
Compungido nuestro corazón y conmovida nuestra alma por la filial confianza que tenemos en ti, ¡Oh Madre de Jesús!, imploramos tu auxilio para que nos reconcilies con Dios. A este fin te apareciste en la Salette derramando lágrimas por nuestra desgracia, y exhalando tiernos suspiros por nuestra eterna salud. Tú quieres que nos sometamos a la ley de Dios y de la santa Iglesia porque en ello estriba nuestra verdadera felicidad y el honor que se debe a tu Santísimo Hijo. Quieres que vivamos como verdaderos cristianos; que no nos olvidemos de tus piedades; que nos acojamos a tu dulce protección. Por tanto, venimos hoy a tus plantas, ¡oh María!, atraídos por tus finezas y por tu amor. Favorécenos contra el azote de la divina justicia, y haz que obtengamos los saludables efectos de tu misión sublime. Queden grabadas en lo íntimo de nuestra alma tus sentidas quejas para corresponder a tus deseos, temamos los castigos de Dios y obedezcamos su santa ley; confiemos en tus promesas para animarnos a practicar el bien. ¡Oh hermosa Misionera!, dígnate bendecirnos con la imagen de Jesús crucificado que traes sobre tu pecho para que convertidos a Dios, por tu medio consigamos la perseverancia final y la eterna salvación. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

MES DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA – DÍA UNDÉCIMO

Tomado del libro El Servita instruido en el obsequio y amor de su madre María Santísima, o sea, Un mes dedicado y ofrecido a la meditacion de los dolores de María, del padre Víctor Perote, y publicado en Madrid por la Imprenta de Eusebio Aguado en 1839

PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; mas la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante Vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor… Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque esté en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el Cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflámese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: «Oh Señora, yo soy tu siervo…» (Salmo CXV, 16). Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA UNDÉCIMO
REFLEXIÓN: DESCONSUELO Y PENA DE MARÍA SANTÍSIMA CUANDO SUPO EL PRENDIMIENTO DE SU AMANTÍSIMO HIJO

Después de despedirse de su tristísima Madre el Redentor del mundo, tomó a sus tres discípulos Pedro, Juan y Santiago, y se retiró al monte para orar (San Marcos XIV, 33). Mientras que se ocupaba en esta acción tan laudable y sufría una agonía espantosa, el traidor Judas estaba disponiéndose para ser adalid y capitanear a los enemigos del Salvador, que contratados con él venian presurosos para prenderle. Habiendo llegado al huerto de Getsemaní, y hallado allí a su divino Maestro, que les salió al encuentro, le dió el ósculo en señal de amorosa paz, como acostumbraba, el que le venía a preparar la más sangrienta guerra. Y dejando a un lado el referir los tiernos lances de esta tan preciosa escena, le prendieron ignominiosamente y llevaron al tribunal del sumo sacerdote para formarle causa. No había quedado tranquila su bendita Madre desde que su Hijo se había despedido y la había comunicado el principio de su Pasión; y aunque conocía que era imposible el poder presenciarla, con todo eso, armada con el escudo de su intrepidez materna, y llevada en alas de su expresivo amor, se determinó a no abandonarle un punto en cuanto fuera posible. Solícita y cuidadosa andaba de un lugar a otro, buscándole por no saber adonde se dirigía, cuando recibe la noticia de su prisión, los malos modos con que la hicieron, los desacatos que en ella cometieron, y cómo el discípulo y apóstol Judas fue el que le vendió y entregó por un mezquino interés. Aquí, alma mía, es donde debes reflexionar atentamente y con intención la pena de nuestra Reina y Señora… qué sentimientos la acometerían a su Corazon… cómo rompería el aire hiriéndole con sus lastimeras exclamaciones… «¡Ah, Hijo mio, diria la inconsolable Madre, ya te ves en las garras de esos furiosos tigres!… ¡Tu inocencia… tu inculpabilidad de vida, que en cualquier tribunal resplandecería y sería alabada, en el de esos inicuos jueces será desfigurada y condenada!… ¡Ya no dudo que tu inocente Sangre saciará su inhumana y descomunal sed!… ¡Tanto como te deseaban la muerte, y la van, segun creo, a ver muy pronto cumplida!… ¡Oh dueño de mi vida! ¿Por qué no me llevaste en tu compañía para acabarla contigo? ¡Qué dolor, qué pesar me causa tu infausta suerte! ¿Qué he de hacer?… ¡Romperé por medio de las turbas, te libraré de sus prisiones y me ceñiré con ellas!… ¡Quitadme, les diré, quitadme a mí la vida, derramad mi sangre y no la de este inculpable y manso cordero!… ¡Pérfido Judas! ¿Es este el pago y recompensa que das a tu Maestro? ¿Para qué, ¡infeliz!, para qué te asociaste a su compañía? ¿Para qué oiste de su divina boca tan admirable doctrina? ¿Para qué fuiste testigo de su ejemplar vida?… ¡Para venderle!… ¡Para entregarle a sus enemigos!… ¡Para darle muerte en recompensa de sus beneficios!… ¡Ingrato!… ¡Desleal!… ¡Qué torpemente correspondes a sus finezas! ¡Qué poco estimas el cariño tan grande que te profesa! ¡Corazón de diamante debe ser el tuyo!… Pero por fin, el Cielo te ha escogido para instrumento de mi martirio… enhorabuena me conformo con su voluntad»… Reflexiona bien, alma mía, la pena que ocuparía el Corazón de María con tan triste recuerdo…

SENTIMIENTOS Y PROPÓSITOS PARA ESTE DÍA

¡Ay Madre de mi corazón! ¡Qué pesar tan grande experimento en mi alma! ¡Qué extraña, al paso que sensible admiración ocupa mi entendimiento! ¡Oh!… ¿Quién jamás pensaría que de la misma familia y amados discípulos de tan divino Maestro había de salir un hijo tan ingrato, un discípulo tan desconocido y un amigo tan falso? ¿Quién jamás llegaría a creer que en un redil de mansos corderos se abrigaba un lobo tan rapaz e inhumano? ¿Quién, por último, imaginaría que en tan celestial jardín se cultivaba ortiga tan venenosa?… Mas, ¿cuál es la causa, o qué motivo pudo haber para tan inesperada transformación? ¡Ah, Reina de mis potencias, qué doctrina tan importante debo sacar para mi instrucción!… ¡Judas sacrílego, Judas traidor, Judas bárbaro ahora, y antes era discípulo, amigo y privilegiado por el Redentor!… ¿Y por qué? ¿Por qué?… ¡Oh lección y escarmiento para mí… Porque no tuvo perseverancia, porque no continuó hasta el fin en el bien que habia comenzado. Lo mismo que sucedió a otros muchos que comenzaron bien y finalizaron mal; y lo mismo que nos sucederá si no vivimos con aviso y cuidado, porque solo está prometida la salvación al que perseverare hasta el fin. Pero ¿cómo es posible, alma mía, ignores tan constante y eterna verdad, cuando aun en las cosas temporales ves confirmados sus evidentes principios? ¿De qué sirve comenzar una obra si no se trabaja hasta verla concluida? ¿Qué aprovechan los trabajos empleados en ella y los medios que se han adoptado, si no se logra llevarla hasta el cabo? Después de haberse fatigado un general en ordenar el plan de batalla, distribuidas sus tropas y facilitados todos los preparativos, ¿de qué aprovecharia todo esto si en lo más empeñado de la lucha, próximo ya a la victoria, ya no cuida, deja su actividad, omite sus antiguas medidas, y no se halla animado del interés que poco ha? ¿Qué adelantamientos serían los de un médico que llevara muy adelantado el estado de su enfermo por sus medicinas, por sus observaciones y estudios, si después no volviera mas a verle, le abandonara y descuidase de su restablecimiento ya tan inmediato? ¿Para qué, en fin, trabajaría el labrador afanoso, labrando la tierra y sembrándola con tantos trabajos e intemperies, si aproximándose la cosecha no hiciese más caso de ella? ¡Afanes infructuosos! ¡Trabajo perdido! ¿Y te extrañarás, alma mía, te extrañarás de que aunque sean muchos tus méritos y tus buenas obras en la actualidad, si no continúas en ellos hasta el término de tus días todo sea vano, todo sin provecho y malogrado? ¡Ah!… oye sino las expresiones con que, lo que Dios no permita, te reprenderá y fiscalizará si te condenas… aquel supremo Juez… «¿Para qué, diría, para qué, infeliz criatura, comenzaste a ser virtuosa, a dedicarte a las obras de piedad y temor santo mío, a la solicitud y cuidado de agradarme? ¿Para qué, revestida de un celo laudable, te alistaste en el número de los siervos de mi dolorida Madre, y te consagraste a su servicio y a la compasión de sus penas? ¿Para qué te mortificaste tanto, renunciando tus comodidades y gustos, y entregándote a la contemplación y retiro? ¿Para qué, por último, frecuentaste los Sacramentos instituidos por tu salud y felicidad?… ¡Desdichada! Todas estas cosas te acusan y condenan cada vez más, pues que inconstante no perseveraste y las olvidaste culpablemente, por lo que aumentan de grado tu perversidad y malicia». ¡Qué desengaños, alma mía, tan evidentes! ¡Qué razones tan poderosas!… Todo esto, Madre de mi corazón, confirmado con el paradero triste del infeliz Judas, a quien mejor hubiera sido no nacer, me obliga a vivir desde abora avisado, a no decaer de las buenas obras, a ejercerlas hasta el fin ayudado de la gracia de mi Dios… que haciéndolo así no debo temer en manera alguna la conclusión de aquel infeliz apóstol, sino que por el contrario, perseverando así hasta el fin, tengo seguro salvarme y gozar por siempre de tu hermosa presencia…

CONCLUSIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, oh Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada estaba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que Vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto e indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con Vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES(DIA SEXTO DEL 6 AL 14 DE SEPTIEMBRE)

La Novena fue aprobada por Mons. Manuel José Caicedo Martínez, Arzobispo de Medellín (Colombia), el 4 de Julio de 1929. Puede rezarse en cualquier momento del año, pero especialmente en preparación al Viernes de Pasión (los Dolores de Nuestra Señora), y al 15 de Septiembre.

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Postrados de rodillas delante de la Virgen de los Dolores, se comenzará en la forma siguiente:

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, yo, la más ingrata de todas las criaturas, reconozco, adoro y reverencio vuestro divino incomprensible Ser creyendo como creo que sois sumamente santo y bueno, que sois justísimo remunerador y que perdonáis a los pecadores; y esperando como espero en vuestra infinita misericordia, que me habéis de perdonar y salvar, digo, Señor, con todo mi corazón que me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, infinitamente santo y bueno, y porque os amo y os estimo sobre todas las cosas, propongo firmemente con vuestra divina gracia, no volveré a disgustaros en adelante. Misericordia, Señor, y para conseguirla os suplico pongáis los ojos en los acerbísimos dolores de vuestra Santísima Madre, los cuales os ofrezco para alcanzar el perdón de mis pecados. Amén

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Dulcísima y Santísima María, Madre del mejor Hijo y la más afligida de todas las madres; por las acerbísimas penas que padecisteis al pie de la cruz, asistiendo a las agonías y muerte de vuestro Santísimo Hijo, y todas las ofrecisteis desde entonces para que los pecadores tuvieran una buena y santa muerte, os pido no permitáis que se malogren en mí vuestros amorosos deseos, sino que asistiéndome con vuestro poderoso patrocinio en las agonías y congojas de la muerte, logréis el precio de la sangre de vuestro Santísimo Hijo y el fruto de vuestros dolores.

DÍA SEXTO – 11 DE SEPTIEMBRE

Tristísima y dolorosísima Virgen María, Madre de Dios y Señora nuestra, que desde el pie de la cruz, viendo desclavar el cuerpo difunto de vuestro amantísimo Hijo, y recibiendo en vuestras manos la corona de espinas y los clavos quedó vuestro corazón hecho un mar de aflicciones; os suplico, Madre mía, pongáis sobre mis ojos esa aguja de esos clavos crueles sobre mi corazón para que yo sienta algo de lo que Vos padecisteis y vaya a la par de vuestros dolores, y para que aborrezca con toda mi alma mis culpas, pues fueron la causa de tan graves males. Alcanzadme, Señora mía, el perdón de todas ellas y la gracia que os pido en esta Novena. Amén.

Siete Avemarías en reverencia de los siete dolores.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Soberana Virgen María, Madre amorosísima de los pecadores, que tenéis en el ara de la cruz a vuestro unigénito Hijo, ofrecedlo al Eterno Padre en agradable sacrificio para remedio de los hombres y satisfacción superabundante de sus culpas; pedidle que ponga los ojos en su benditísimo Hijo y en Vos su afligida Madre que se duela de las almas de los infieles y herejes atrayéndolos al gremio de la Santa Iglesia; que se compadezca de los cristianos que están en desgracia suya, reduciéndolos al conocimiento de su infeliz estado y a hacer la penitencia de sus culpas; y que mire con especial compasión a los que en la hora presente se hallan en las agonías de la muerte ayudándoles en su trabajo.

SALUTACIÓN A LAS LLAGAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Crucificado Jesús, Dios y Señor nuestro; ya que nos pusisteis bajo el amparo de vuestra Madre Santísima como hijos de sus dolores, nacidos entre lágrimas, tened misericordia de todos los cristianos y especialmente de los que estamos juntos haciendo esta novena, en agradecida memoria de sus penas; y confesamos, a pesar del Infierno, ser hijos y esclavos suyos, señalados con las lágrimas, para que en la hora de la muerte nos reconozca por suyos. También os pedimos, Señor, en especial por aquella amargura que sintió vuestra alma santísima cuando se arrancó de vuestro purísimo cuerpo, que tengáis piedad de nuestras almas cuando se separen de sus cuerpos. Amén.

Salúdote, ¡oh santísima llaga del pie izquierdo de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con todos mis pecados y movimientos. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga del pie derecho de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con todas mis acciones y palabras. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga de la mano izquierda de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con mi vista y demás sentidos. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga de la mano derecha de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella me perdones cuanto te he ofendido con el mal empleo de mi memoria, entendimiento y voluntad. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salúdote, ¡oh santísima llaga del costado de mi Señor Jesucristo, y te pido, Señor, por ella, que así como fue herido tu Corazón con el hierro de la lanza y el de tu Madre dolorosísima con el cuchillo de su dolor, así se penetre el mío en sus soberanas luces para siempre amarte y nunca ofenderte, queriendo antes morir que pecar. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN

Dios de mi corazón y Señor mío Jesucristo, por las cinco llagas que en la cruz, y por las innumerabes que en la Pasión os imprimió vuestro amor, os pedimos que según vuestra misericordia infinita reconozcáis a los que redimisteis con vuestra preciosa Sangre y los conduzcáis a la vida eterna. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

GOZOS

Virgen Reina singular,
Pues eres fuente de amor,
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Estaba junto a la Cruz
La Madre de Dios hermosa,
Afligida y dolorosa,
Viendo pendiente a Jesús
Allí fue su alma, en rigor,
Herida con el pesar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Con la más aguda espada
Del dolor y de la pena,
Se ve hoy de aflicciones llena
La Madre de Dios amada,
Su sentimiento es mayor
Que se pueda imaginar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

La que con pecho sentido
Piadosa se entristecía,
Cuando las penas veía
De su Hijo escarnecido;
¿Cómo el hombre pecador
No llora aquí sin cesar?
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

¿Y qué mortal no llorará
Con el dolor nunca visto,
Si allí a la Madre de Cristo
En tanta pena mirara?
Pues quisiera por su amor
El corazón derramar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

¿Y quién no se entristeciera
De su dolor tan prolijo,
Si padecer con el Hijo
A la dulce Madre viera,
Y viendo que el Redentor
Su sangre va a derramar?
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Por pecados de sus gentes,
Después de ser azotado,
Vio en la Cruz atormentado,
A Jesús su Hijo inocente;
¡Oh Madre del Salvador,
Yo siento vuestro pesar!
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Vio la muy piadosa Madre
Que ya su Hijo muy amado,
Muriendo desamparado
Volvió su espíritu al Padre:
Aquí es la pena mayor
Que le deja amargo mar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Hazme que llegue a abrasar
En amor mi corazón,
Para que con perfección
A Cristo Dios pueda amar:
Espero, Madre de amor,
Esta merced alcanzar.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Haz que a Cristo, de tal suerte,
Acompañe en su Pasión,
Que siempre en mi corazón
Lleve presente la muerte:
Fijando de aquel Señor,
En mi corazón, las llagas.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Y, cuando sea preciso
Que el cuerpo haya de morir,
Logre mi alma, al partir,
La Gloria del Paraíso,
Ruégote, Madre, me hagas
Esa merced y favor.
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

Virgen Reina singular,
Pues eres fuente de amor,
Hazme sentir tu dolor
Para contigo llorar.

℣. Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

ORACIÓN

¡Oh Dios!, en cuya Pasión el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María, según la profecía de Simeón, fue traspasada con cuchillo de dolor: concede propicio que cuantos meditamos devotamente sus dolores, alcancemos los dichosos frutos de tu Pasión: Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

JACULATORIA

Vos que llena de dolores
Estáis al pie de la cruz,
¡Oh dulce Madre!, dad luz
A todos los pecadores;
Escuchad nuestros clamores,
Dadnos valor y alegría,
Para que en toda agonía
No busquemos más consuelo
Que el vuestro y alto Cielo.
Sednos también norte y guía.
Una Salve por las necesidades presentes.

LETANÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Jesucristo, óyenos.
Jesucristo atiéndenos.

Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que sois un solo Dios, Ten piedad de nosotros.

Santa María, Ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, Ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, Ruega por nosotros.
Madre Crucificada, Ruega por nosotros.
Madre Dolorosa, Ruega por nosotros.
Madre lacrimosa, Ruega por nosotros.
Madre aflicta, Ruega por nosotros.
Madre abandonada, Ruega por nosotros.
Madre desolada, Ruega por nosotros.
Madre despojada de su Hijo, Ruega por nosotros.
Madre traspasada por la espada, Ruega por nosotros.
Madre consumida por el infortunio, Ruega por nosotros.
Madre repleta de angustias, Ruega por nosotros.
Madre con el corazón clavado a la Cruz, Ruega por nosotros.
Madre tristísima, Ruega por nosotros.
Fuente de lágrimas, Ruega por nosotros.
Auge de sufrimiento, Ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, Ruega por nosotros.
Roca de constancia, Ruega por nosotros.
Áncora de confianza, Ruega por nosotros.
Refugio de los desamparados, Ruega por nosotros.
Escudo de los oprimidos, Ruega por nosotros.
Vencedora de los incrédulos, Ruega por nosotros.
Consuelo de los miserables, Ruega por nosotros.
Remedio de los enfermos, Ruega por nosotros.
Fortaleza de los flacos, Ruega por nosotros.
Puerto de los náufragos, Ruega por nosotros.
Bonanza en las borrascas, Ruega por nosotros.
Recurso de los afligidos, Ruega por nosotros.
Terror de los que arman celadas, Ruega por nosotros.
Tesoro de los fieles, Ruega por nosotros.
Vista de los Profetas, Ruega por nosotros.
Báculo de los Apóstoles, Ruega por nosotros.
Corona de los Mártires, Ruega por nosotros.
Luz de los Confesores, Ruega por nosotros.
Perla de las Vírgenes, Ruega por nosotros.
Consolación de las viudas, Ruega por nosotros.
Alegría de todos los Santos, Ruega por nosotros.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Atiéndenos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros, Jesús.

Antífona: Velad por nosotros, defendednos, preservadnos de todas las angustias, por la virtud de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN

Imprimid, Señora, vuestras llagas en mi corazón, para que en ellas recoja dolor y amor: dolor, para soportar por vos todos los dolores, amor, para despreciar por vos todos los amores. Amén.

JACULATORIA

Virgen dolorosa, dignaos presentar al Eterno Padre la preciosísima Sangre de vuestro divino Hijo, suplicándole que por sus divinos méritos se digne impedir en esta hora algún pecado mortal en cualquier parte del mundo. Amén. (300 días de Indulgencia).

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

Martirologio Romano 11 de Septiembre

SANTOS PROTO Y JACINTO,
Mártires

† Decapitados hacia el año 257 en Roma, Italia

Os digo, habrá más fiesta en el cielo por un pecador que haga penitencia,
que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia.
(Lucas 15, 7)

Los dos hermanos Proto y Jacinto, esclavos de Santa Eugenia, y bautizados con ella por el obispo Hilario, se dedicaron al estudio de las Sagradas Escrituras. Después de haber permanecido algún tiempo en un monasterio de Egipto, edificando allí a todos por su humildad y santidad, siguieron a Santa Eugenia hasta Roma. Llegados a esta ciudad bajo el reinado de Juliano, fueron detenidos, cruelmente flagelados y finalmente decapitados.

MEDITACIÓN
SOBRE TRES MANERAS DE HACER PENITENCIA

I. La penitencia debe ser interior: para esto el pecador debe ofrecer a Dios un corazón contrito y humillado, recibir con paciencia y resignación todas las aflicciones que se le envían, y hacerlas servir para la expiación de sus pecados. Sufrirás con paciencia si consideras que esos dolores pasajeros pueden librarte de los suplicios eternos que has merecido. El pecador es, él mismo, la causa de sus sufrimientos. No podemos imputar a Dios ninguno de los males que sufrimos; nosotros mismos somos sus autores (Salviano).

II. Prívate, por espíritu de penitencia, de los placeres que no están prohibidos por la ley de Dios. No mereces el goce que se encuentra en la posesión de las cosas creadas, después de haber abusado tanto de ellas para ofender al Señor. Para las almas inocentes son los placeres permitidos; en cuanto a los pecadores, deben ellos hacer penitencia y persuadirse de que Dios les prolonga la vida sólo para darles tiempo de expiar sus pecados.

III. Pero no es suficiente; todavía hay que imponerse mortificaciones corporales para expiar el placer que se ha gustado en ofender a Dios. Los santos siempre han practicado estas austeridades; en sus biografías no se habla sino de vigilias, ayunos, cilicios y disciplinas. ¿Creemos acaso que somos nosotros más inocentes de lo que eran ellos? El camino del cielo no es más ancho ni más cómodo para nosotros que lo fue para ellos. No nos engañemos: hagamos penitencia y no recaigamos en los mismos pecados. Donde no hay enmienda, no hay sino vana penitencia (Tertuliano).

La penitencia.
Orad por la enmienda de los pecadores.

ORACIÓN
Señor, que la preciosa confesión de vuestros bienaventurados mártires Proto y Jacinto reanime nuestro celo, y que su piadosa intercesión nos proteja constantemente.
Por J. C. N. S.